lunes, 20 de junio de 2011

MUNDIALIZACION

  Los pueblos de Porto Alegre y los pueblos de Davos-Nueva York luchan por la globalización. ¿Cuál globalización? Los poderosos, que por eso son poderosos, se apropiaron de la palabra globalización y le impusieron un significado que sirve a sus intereses. Es el proceso mundial de homogenización del modo de producción capitalista, de mundialización de los mercados y de las transacciones financieras, de entrelazamiento de las redes de comunicación y del control mundial de las imágenes y de las informaciones. La lógica que lo preside es la de la competición de todos contra todos. Aquí reside el drama formulado por el genetista francés Albert Jaquard: “El fin de una sociedad es el intercambio. Una sociedad cuyo motor es la competición es una sociedad que me propone el suicidio. Si me pongo a competir con otro no puedo intercambiar con él, debo eliminarlo, destruirlo.”

Eso es exactamente lo que está ocurriendo con la mundialización propuesta por el pueblo de Davos-Nueva York. O usted está en el mercado competitivo, vence y existe, o usted es derrotado, desiste y no existe. Entre las víctimas de esta lógica se encuentra casi la mitad de la humanidad, condenada a la exclusión despiadada y desprovista de cualquier sostenibilidad. ¿Puede ser humano un proyecto global que elimina a los humanos o los convierte en mero carbón –recordando al añorado Darcy Ribeiro- de la máquina productiva?

Frente a esta crueldad, adquiere dignidad ética la alternativa propuesta por el pueblo de Porto Alegre. Niega ese tipo de mundialización tiranosáurica. Propone otra globalización que pasa por la solidaridad a partir de abajo, por la mundialización de los derechos humanos, por la socialización de la democracia como valor universal, por el control social de los capitales especulativos; pasa, igualmente, por la aplicación en todas las economías de la tasa Tobin, por la creación de instancias de gobierno mundial, por la universalización del cuidado para con la Tierra y con los ecosistemas y por la valoración de la dimensión espiritual del ser humano y del universo. El pueblo de Porto Alegre se convierte así en guardián de la humanidad mínima. Afirma la posibilidad real de vivir juntos como humanos y nos muestra cómo debemos pasar de la conciencia de nación y de clase a la conciencia de especie y de planeta Tierra. Solamente este tipo de mundialización construye la Tierra como Casa Común de los humanos y de toda la comunidad de vida.

Esta propuesta de mundialización se adecua al pensamiento más contemporáneo que se orienta por el nuevo paradigma científico, pues ve la mundialización como una nueva etapa de la Tierra y de la Humanidad. Los pueblos estaban en diáspora por los continentes, enraizados en sus Estados-naciones. Ahora han comenzado a moverse y a encontrarse en un único lugar, la Tierra Casa Común. Y no tenemos otra.

Ya en 1933 escribía proféticamente Teilhard de Chardin: “La edad de las naciones ha pasado. Si no queremos morir, es hora de sacudir los viejos prejuicios y construir la Tierra.” Queremos construir la Tierra prolongando el dinamismo que la ha venido formando desde hace miles de millones de años. En efecto, somos fruto de un proceso evolutivo de 15.000 millones de años, proceso único, complejo, contradictorio (caótico y armónico) y complementario, que entrelaza a todos los seres en redes de relaciones, fuera de las cuales nada existe. La flecha irreversible del tiempo va mostrando una dirección: la emergencia de órdenes cada vez más complejos, auto-organizados, interiorizados y convergentes de vida y de creatividad. Tierra y Humanidad forman una única entidad, exactamente como los astronautas testimonian cuando ven la Tierra desde fuera de la Tierra. El ser humano es la Tierra que en un momento de su evolución comenzó a sentir, a pensar, a amar y a venerar. Por eso hombre viene de humus, tierra fecunda. Ahora estamos elaborando esta conciencia terrenal y planetaria.

Esta comprensión nos proporciona la base experimental y científica para entender la presente mundialización en curso. Es un momento avanzado de un proceso anterior y mayor de convergencia de energías, dinamismos e intencionalidades que están actuando desde el comienzo de la cosmogénesis y de la biogénesis. La mundialización crea las condiciones para un salto cualitativo de la antropogénesis: la irrupción de lo que Teilhard de Chardin llamaba noosfera: la creación de una nueva armonía entre los humanos, en la que técnica y poesía, producción y espiritualidad, corazón y pensamiento encuentran una nueva sintonía más alta y más sinfónica.

El mérito del pueblo de Davos-Nueva York fue haber creado las condiciones materiales para ese salto. Pero no saltó. El mérito del pueblo de Porto Alegre fue haber mostrado su posibilidad y haber iniciado los primeros movimientos de ese salto. Y el salto finalmente llegará porque es lo que debe ser. Y lo que debe ser tiene fuerza.


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